jueves, 17 de julio de 2008

Observando desde un banco

Este blog no lo lee ni Chuck Norris, por lo tanto no pediré disculpas por estar 4 meses sin escribir. Así son las cosas.
En fin, ahora hablo de lo que importa. Corrijo, de lo que me importa.
Ya es verano, ya hace calor. Ya empezó el aburrimiento. Este amenaza con ser el verano más aburrido de mi corta existencia, lo juro. Así que este verano me entregaré a lo que es uno de mis pasatiempos favoritos: Sentarme en un banco y observar a la gente.
Parece un pasatiempo de esquizofrénicos, pero lo cierto es que me encanta. Es muy fácil; solo tienes que salir por la mañana con una bolsa de pipas/cacahuetes/el fruto seco que más te guste y una botella llena hasta arriba de Té helado o de Frappuccino (es una lástima que en mi ciudad no haya Starbucks), y sentarte en un banco del parque más cercano a tu casa, a ser posible cobijado por la sombra de un ciprés, y mirar a las personas que pasan por delante.
Acto seguido, pasas a imaginarte sus aficiones, como viven, como hablan y si tienen hijos. En definitiva, sus vidas. En ocasiones, cuando comparto este pasatiempo con algún amigo, hacemos apuestas del tipo "fuma, tiene tres hijos y le gusta el rock" para después preguntarle al desprevenido viandante y ganarme una par de euros. Con el tiempo me he convertido en una observadora experta. Es lo que hace el aburrimiento.

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Debemos arrojar a los oceanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aqui existió un mundo donde prevalació el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad.